POR AHORA

Por ahora, adhiero a una arquitectura fáctica, ética y poética. Donde sea y como sea.
Fáctica, porque cada vez más vinculo el hacer con la materia y la arquitectura con lo hecho.
Ëtica, porque existen valores que no podemos eludir, y me queda claro que no todo vale.
Poética, porque no me interesa otra forma de hacer en esta vida.
Todo lo mío es el resultado de la incapacidad de poder hacerlo.

PRINCIPIO

La esencia de las virtudes de cualquier Proyecto, está siempre vinculada a la precisión de éste, respecto a los problemas que se propone resolver.
El vínculo más directo entre el problema y su solución, resulta ser el desafío. (Cuanto más cerca, mejor!) Creo que esa proximidad (problema-solución) promueve, en todos los aspectos, la virtud.
Baso parte de esta reflexión, en una afirmación recurrente: entender un problema deviene básicamente en resolverlo.
He pensado estos años en que el arte de proyectar es el arte de resolver problemas (obvio), y en que la capacidad de hacerlo surge inequívocamente de la experiencia, la práctica y la capacidad vinculante del intelecto, la que distingue, clasifica, procesa, evalúa y decide.
Esta definición ensaya un núcleo del proceso proyectual, o al menos una forma genérica que supone que aprender a proyectar plantearía la adquisición de habilidades para identificar, entender y resolver...

APOLOGÍA DEL TALLER

Como sistema de pensamiento, como estructura policéntrica (en contraposición a lo piramidal).
 
El taller es, sin lugar a dudas, el modelo docente por excelencia en la enseñanza del proyecto. Esta operativa se manifiesta como la más hábil manera de producir las sinergias posibles en la didáctica que se ponga en práctica .
Promovería el Taller como un lugar de confluencia intelectual y creativa, transformando cada minuto de experiencia colectiva en un acto docente preciso y holístico; el Taller como el lugar donde cada día se reinstala la definición de la disciplina, donde se transgreden los límites y se confabula por un objetivo común, explícito, y trascendente.
Lo único que debiera ser inalterable en el Taller es la actitud docente en el rompimiento de las rutinas preestablecidas, la apertura de visiones y las innovaciones operativas.
Luego, todo es móvil. Todo está levemente controlado por un proceso precario de avances y propósitos presididos por una prédica constante de las convicciones relevantes, comprometidas y éticas.
Y una responsabilidad docente ligada íntimamente con la mirada colectiva.
En principio y sólo como guía de un comienzo, centraría la práctica docente del Taller en implantar los puntos básicos de reconocimiento de “una manera” de hacerlo. Luego, como forma resultante de la puesta en común de los principios movilizadores, abriría los conceptos descriptos en este ensayo a un colectivo formal, permeable, abierto, sin exclusiones ni primacías, que motorice un Proyecto Colectivo.
Referimos a un proyecto colectivo, vertical y ambicioso, que guíe la experiencia individual de cada integrante del taller (docentes y estudiantes), acompañado por planteos comunes en to-dos los cursos, y profundidades diferentes según cada uno.
Me propondría proteger al taller (como cátedra universitaria) de los avatares cotidianos de la arquitectura en la calle, de los corrillos editoriales, de las modas y tendencias. Provocaría el impulso liberador que es obligatorio como actitud universitaria, y remarcaría permanente-mente que el objetivo de la formación proyectual es construir un intelecto hábil y creativo que incluya la capacidad de transformación, siempre dispuesto a forzar los limites de la mate-ria, los limites de la profesión. Un individuo socialmente comprometido, libre y responsable que asuma el rol que la cultura y la sociedad le depositan.

POÉTICA

Hablar de poética en la arquitectura suele traernos dificultades.
Suele confundirse la poesía del relato con la poesia de la obra.
La poesía en la arquitectura es inherente, indescriptible, exclusivamente perceptiva, y como tal una mezcla de sensaciones intranferible.
Como cualquier relato, la verdad radica fuera de él y el mismo ensaya solamente una mirada.
Pero aun asi, disfruto hablar poéticamente de la arquitectura, sabiendo y creyendo que el relato descubre y comunica lo que, por obvio, no sería necesario.

PROYECTAMOS ARQUITECTURA O ARQUITECTURIZAMOS PROYECTOS?

Esta pregunta surgió durante una reflexión muchos más amplia, en el desarrollo de la tesina de Taller.
Me ronda en la cabeza más allá del juego de palabras.
Creo que en esa dicotómica cuestión está una nueva visión de lo que entiendo deberíamos procurar instalar.
Instalar una actitud necesariamente diferente respecto a la genética de la práctica proyectual de arquitectura.
Genética de la práctica, algo como el reconocimiento de los episthemes básicos y operativos del proyecto. PERO NO para proteger su natural evolución en tanto proyecto de cosa, sino como parte de lo que en realidad hoy es "un proyecto".